Durante la Edad de Hielo, muchos animales
murieron a causa del frío. Los erizos dándose cuenta de la situación,
decidieron unirse en grupos. De esa manera se
abrigarían y protegerían entre sí, pero las espinas de cada uno herían a
los compañeros más cercanos, los que justo ofrecían más calor. Por lo tanto
decidieron alejarse unos de otros y empezaron a morir congelados.
Así que tuvieron que hacer una elección,
o aceptaban las espinas de sus compañeros o
desaparecían de la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar
juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la
relación con una persona muy cercana puede ocasionar, ya que lo más importante
es el calor del otro. De esa forma pudieron sobrevivir.
La palabra de Dios nos enseña, que en
Cristo somos uno y que todos somos necesarios para así formar un cuerpo
perfecto. Aunque diferentes miembros, unos más notables que otros pero tan
importante uno como otro, hay miembros que los escondemos pero que sin ellos
tampoco existiría el cuerpo. <Romanos 12:4,5 (TLA) El cuerpo humano está
compuesto de muchas partes, pero no todas ellas tienen la misma función. Algo
parecido pasa con nosotros como iglesia: aunque somos muchos, todos juntos
formamos el cuerpo de Cristo.>
La mejor relación no es aquella que une a
personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con los defectos de los demás y admirar sus cualidades. <Romanos 12:16
(TLA) Vivan siempre en armonía. Y no sean orgullosos, sino traten como iguales
a la gente humilde. No se crean más inteligentes que los demás.>
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