Miraba un lobo a un cordero que bebía en
un arroyo, e imaginó un simple pretexto a fin de devorarlo. Así, aun estando él
más arriba en el curso del arroyo, le acusó de enturbiarle el agua,
impidiéndole beber y le respondió el cordero: -“Pero si sólo bebo con la punta
de los labios, y además estoy más abajo y por eso no te puedo enturbiar el agua
que tienes allá arriba”… Viéndose el lobo burlado, insistió: “El año pasado
injuriaste a mis padres”. -“¡Pero en ese entonces ni siquiera había nacido
yo!”, contestó el cordero. - Dijo entonces el lobo: “Ya veo que te justificas
muy bien, mas no por eso te dejaré ir, y siempre serás mi cena”.
¡Moraleja! Para quien hacer el mal es su
profesión, de nada valen argumentos para no hacerlo. No te acerques nunca donde
los malvados.
Creo que todos nos hemos topado con gente
que nos recuerda a Juan Zapata, ese que “lo que no gana lo empata”. Este tipo
de persona tiene su mente fija en algo y, sin importar los argumentos que
vengan en su dirección, simplemente no va a cambiar su trayectoria… aunque le
resulte evidente.
Creo que aquí es donde necesitamos de la
Sabiduría y Gracia Divinas, que nos orienten y nos permitan discernir el camino
correcto en medio de tantas opciones que el mundo nos brindan… No vayamos a
convertirnos en víctimas de “lobos” que han decidido comernos de todos modos.
<Salmos 31:1 En ti, oh Jehová, he
confiado; no sea yo confundido jamás; Líbrame en tu justicia. 2 Inclina a mí tu
oído, líbrame pronto; Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme. 3 Porque
tú eres mi roca y mi castillo; Por tu nombre me guiarás y me encaminarás. 4
Sácame de la red que han escondido para mí, Pues tú eres mi refugio.>
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