Cuando Jesús fue crucificado, muchas personas pasaron
frente a la cruz. Unos fueron indiferentes a ese cruel «espectáculo», otros lo
injuriaron sin ninguna compasión. Los jefes religiosos, quienes tendrían que
haber dado el ejemplo, hicieron lo peor mofándose del Señor.
Mateo
27:41-42. Los
principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los
ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de
Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él.
Sin embargo hubo alguien que, oponiéndose a los demás,
defendió a Jesús. ¿Quién fue ese valiente? ¿Un hombre poderoso, respetable? No,
era un ladrón que había sido condenado a muerte, y estaba él mismo también
crucificado. Al principio, al igual que los demás, injuriaba a Jesús, pero algo
ocurrió en lo más profundo de su ser: reconoció que era culpable y se dio
cuenta de que Jesús era justo, que era el Mesías prometido. Entonces se volvió
a Jesús: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Jesús le
respondió: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas
23:32-43). ¡Qué sorprendente respuesta dio el único Justo a un hombre
pecador! ¿Por qué?
En las siguientes horas Jesús iba a llevar el castigo por nuestros pecados. Se hizo “maldición” por nosotros (Gálatas 3:13). Era necesario creer esto. El ladrón lo entendió, y su actitud es un ejemplo para nosotros. Muchos se burlan cuando les hablamos de Jesús, y otros se muestran indiferentes. Pero para Dios lo que cuenta es mi respuesta al amor de Jesús que dio su vida por todos los que creen en él. DE Amen, Amen
En las siguientes horas Jesús iba a llevar el castigo por nuestros pecados. Se hizo “maldición” por nosotros (Gálatas 3:13). Era necesario creer esto. El ladrón lo entendió, y su actitud es un ejemplo para nosotros. Muchos se burlan cuando les hablamos de Jesús, y otros se muestran indiferentes. Pero para Dios lo que cuenta es mi respuesta al amor de Jesús que dio su vida por todos los que creen en él. DE Amen, Amen
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