No hay horas para la ayuda, oh el servicio. Heme aquí decía Isaías. (Isaías 6:8. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.)
Que no sea sólo dichos, sino que sean hechos. El reloj debemos olvidarlo siempre que el Señor nos ponga tarea por delante. No dejemos que la pereza ni la justificación nos venzan.
No busquemos nuestra comodidad, sino hagamos el bien en lo que podamos; y seamos santos, seamos perfectos. (Filipenses 3:13. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante)
Preguntémonos: ¿progresamos en la Fe? ¿Avanzamos en Cristo? ¿Seguimos con fuego? Imitemos las buenas costumbres, pero no solo hagamos esto si no que avancemos en el conocimiento que es en Cristo Jesús, imitándolo y sirviendo como el hizo. (Mateo 5:41,42. Y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.)
Tenemos una meta y ese debe ser y presentar nuestro desafío diario para no entrar en monotonía. Corramos cada día pues hasta su llegada no podemos relajarnos, en todo tiempo ¡HEME AQUÍ ENVIAME A MI!
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