¡Cuántas personas, absorbidas por la televisión, han entrado en la eternidad sin que la pequeña pantalla les haya dejado el tiempo de pensar en su eterno porvenir! La pequeña pantalla capta la información de todo el mundo para cautivar al mundo entero, robándonos nuestro tiempo.
Desde la infancia no se concibe más vivir sin televisión. Incluso los hogares más modestos no se imaginan arreglárselas sin ella. Diariamente y durante horas la pequeña pantalla acapara los ojos, los oídos y los pensamientos de millones de nuestros contemporáneos en el planeta.
No te digo que ahora no veas la televisión, abecés hay buenas cosas, Sin duda queremos mirar sólo «buenas emisiones». No obstante, seamos bien conscientes de que además del tiempo que pasamos en mirarlas, ellas influyen en nuestros pensamientos. Creyente o no, cada uno dará cuenta a Dios del empleo del tiempo que Él le otorgó.
Apaguemos nuestra TV y coloquémonos delante de Dios. Abramos su Palabra y dejémonos penetrar por sus pensamientos. Cristianos, vayamos a lo esencial. Tomémonos el tiempo para orar; no sólo unos minutos a la carrera, sino seriamente y con perseverancia, porque Dios escucha. Tal actitud tendrá consecuencias felices y eternas para nosotros.
2 Corintios 4:18.
El tesoro que hagas aquí en la tierra, en ella quedara. Quita la venda de tus ojos y no malgastes tu vida.
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