Somos más dados a pedir que a agradecer… Cuenta
una historia que una noche, una madre le dijo a su hijita antes de acostarla: -
Hoy vamos a pedir a Dios un poco más para que sane a la tía Marta.
Oraron por la tía Marta, cada noche,
durante un par de semanas Y después, la madre no dijo nada y dejaron de pedir.
A la tercera o cuarta noche sin hacerlo,
la niña preguntó: - Mamá, ¿por qué no oramos por la tía Marta? - Es que Diosito
ya la puso buena, respondió la madre.- Y si la puso buena, -replicó la niña-
¿no deberíamos orar para darle las gracias?
La palabra de Dios nos habla de aquellos
diez leprosos curados y de los que solo uno vuelve a dar las gracias a Jesús,
se repite en nuestra vida a diario… <Lucas 17:15 (TLA) Uno de ellos, al
verse sano, regresó gritando: « ¡Gracias, Dios mío! ¡Muchas gracias!»>
De cada diez veces que pedimos, quizás,
no damos gracias ni una. La gratitud del que pide abre la mano del que da: el
agradecimiento facilita la generosidad. ¡Y tenemos tanto que agradecer a Dios!
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