<Proverbios 6:16-18 (NVI) Hay seis
cosas que el Señor aborrece, y siete que le son detestables: los ojos que se
enaltecen, la lengua que miente, las manos que derraman sangre inocente, el
corazón que hace planes perversos, los pies que corren a hacer lo malo,>
Un viejo ermitaño, una de esas personas
que por amor a Dios se retiran a la soledad del desierto, del bosque o de las
montañas para solamente dedicarse a la oración y a la penitencia, se quejaba a
menudo de que tenía demasiado trabajo.
Un día una de las personas que le visitó,
le preguntó: ¿Cómo es posible que tenga tanto trabajo si está solo en medio de
la nada?
El ermitaño contestó: Tengo que adiestrar
a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar
una serpiente, cargar un asno y domar un león.
El visitante miró alrededor esperando ver
algunos animales, pero no vio a ninguno.
¿Y dónde están todos estos animales?
Preguntó.
Entonces el ermitaño le dio una
explicación que enseguida comprendió:
Estos animales, están en nosotros, los
tenemos todos los habitantes de este mundo.
Los dos halcones, que son mis ojos, se
lanzan sobre toda presa, sea buena o mala y tengo que domarlos para que sólo se
lancen sobre la buena.
Las dos águilas que con sus garras hieren
y destrozan, son mis manos y tengo que entrenarlas para que se dediquen a
servir a los demás y para que ayuden sin herir.
Los conejos, que son mis pies, siempre
quieren ir a donde les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas difíciles
y tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya sufrimientos, problemas o
cualquier cosa que les cause disgusto.
Aunque es más difícil vigilar a la
serpiente, que es mi lengua, porque aunque se encuentra encerrada en una jaula
de treinta y dos barrotes, apenas se abre la puerta, siempre está lista para
morder y envenenar a todos los que la rodean. Si no la vigilo de cerca, puede
hacer mucho daño.
El burro es muy obstinado, nunca quiere
cumplir con su deber. Es mi cuerpo que siempre está cansado y al que le cuesta muchísimo
asumir y llevar las cargas de cada día.
Y finalmente necesito domar al león, que
es mi corazón. Él quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es muy
vanidoso y orgulloso.
¿Te das ahora cuenta del gran trabajo que
tengo? (Anónimo).
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