lunes, 23 de enero de 2012

1 Reyes 2:44.Tú sabes todo el mal, el cual tu corazón bien sabe. A menudo oímos decir: «Tengo la conciencia limpia», o «mi conciencia no me reprocha nada». Pero, ¿Es esto suficiente ante los hombres y, más aún, ante Dios? ¿Qué es la conciencia? Es el conocimiento intuitivo del bien y del mal presente en el hombre. Es una facultad que Dios dio al hombre, como la inteligencia, la memoria o la reflexión. Cada individuo tiene una conciencia; cuando hace algo malo se siente más o menos avergonzado, y cuando hace algo bueno se siente contento. El problema es que vivimos en una época en la que lo que hace unos años era considerado como malo, ahora se acepta de forma generalizada, por ejemplo la convivencia de parejas que no están casadas. Las costumbres cambian y hemos llegado a llamar al mal bien. De tanto vivir en un mundo que se burla de los valores morales, corremos el riesgo de dejar de reaccionar, y como consecuencia, nuestra conciencia se oscurece y se vuelve menos sensible. ¡No nos dejemos engañar! Dios no cambia, y su apreciación del mal tampoco. Todo cuanto se opone a su voluntad revelada en la Biblia está mal, nos guste o no. Por lo tanto tengamos cuidado; no nos fiemos únicamente de nuestra conciencia; analicemos nuestras acciones y pensamientos a la luz divina. Dios no puede aceptar el mal, pero también es amor. Aborrece el pecado al mismo tiempo que ama y quiere salvar al pecador. Por ello desea que cada uno tome conciencia de la necesidad de arrepentirse para ser salvo. Marcos 1:15. Arrepentíos, y creed en el Evangelio.

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