Porque las palabras tienen vida y son capaces de bendecir o
maldecir, de edificar o derribar, de animar o abatir, de transmitir vida o
muerte, de perdonar o condenar, de empujar al éxito o al fracaso, de aceptar o rechazar...
¿Cómo hablamos a los demás? ¿Qué les transmiten nuestras
palabras? ¿Qué me digo a mí mismo? ¿Hacia dónde me conduce mi dialogo interno?
Jesús dijo: Mateo
12:36-37 “Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella
darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado y
por tus palabras serás condenado”
Procuremos que nuestro hablar sea para bendecir, si deseamos
que así sea, el Señor que todo lo conoce y escudriña estará dispuesto a
capacitarnos y bendecirnos, para que nosotros bendigamos. Salmos 103:2 Bendice,
alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios.
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