Existe un dicho triste dentro de la
iglesia evangélica: «Somos el único ejército que abandona a sus heridos»,
especialmente cuando se trata de ciertos pecados. Tratamos el divorcio como si
fuera el pecado imperdonable del Espíritu Santo, o el adulterio como una
sentencia de muerte. No obstante, aplaudimos al reo más vil que se convierte, y
el drogadicto que llega a los pies de Cristo puede contar su testimonio
libremente; pero al cristiano que ha caído le damos el tiro de gracia.
Qué fácil es criticar cuando cae alguien
«grande» por la vergüenza que trae a la iglesia; pero miren el corazón del rey
David, que cuando cayó su atormentador, el rey Saúl, David rasgó sus ropas y
lloró. <Gálatas 6:1-2 (TLA) Hermanos, ustedes son guiados por el Espíritu de
Dios. Por lo tanto, si descubren que alguien ha pecado, deben corregirlo con
buenas palabras. Pero tengan cuidado de no ser tentados a hacer lo malo. Cuando
tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Ésa es la manera de obedecer la ley
de Cristo.>
No nos hagamos más daño, La iglesia ya tiene
un enemigo, sus armas son reales y habrá heridos; asique ayudémonos, es más
fácil sanar a un soldado herido y devolverlo a la batalla que entrenar a un
nuevo soldado. Seamos un pueblo restaurador, porque Dios es un Dios
restaurador.
Extractos del libro Iglesia Relevante por:
Robert Barriger
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