Conozco a un gran empresario que trabajó desde los siete
años y formó un imperio. Cuando tuvo edad de jubilarse y aprovechar los años
que le quedaban, decidió construir otra fábrica para ampliar el negocio. Tardó
varios años en ponerla en funcionamiento y ahora con ochenta y siete años, se
da cuenta de lo equivocado que estuvo… pero claro, ¡ya es tarde para
arrepentimientos!… La vida se le fue y ya no le queda tiempo para disfrutar de
todo el sacrificio que hizo durante ochenta años.
<Lucas 12:20-21 (TLA) »Pero Dios le dijo: “¡Qué tonto
eres! Esta misma noche vas a morir, y otros disfrutarán de todo esto que has
guardado.” »Así les pasa a todos los que amontonan riquezas para sí mismos. Se
creen muy ricos pero, en realidad, ante Dios son pobres.»>
Desde hace muchos años, veo que numerosas personas tienen
como único objetivo en la vida, ganar dinero. Personas de todas las edades,
afanadas por el trabajo y obsesionadas con el mismo fin. Dispuestas a dedicar
muchas horas, días y semanas del año para alcanzar sus deseos. Personas que se
están convirtiendo en máquinas de generar ideas para hacer negocios y ganar más
y más. Y, si la cosa funciona, todavía dedican más tiempo y energías para
seguir ganando dinero. Su objetivo es generar un imperio. Su vida es como subir
por una escalera que no tiene fin. Unos pocos lo logran, otros se quedan en el
camino… Pero son los menos los que reflexionan sobre las cosas importantes de
la vida y se plantean otro tipo de objetivos.
Debemos mirar dónde está el techo de nuestros objetivos.
Debemos ser sabios administradores de nuestro tiempo y aprender a darnos el
espacio para disfrutar de todo lo que hemos logrado con esfuerzo. Si lo dejamos
para más tarde, pensando que todavía vamos a vivir por muchos años, nos
equivocaremos. El día es hoy y el tiempo es ahora… vive y disfruta el hoy y el
ahora.
<Salmos 16:11 (TLA) Tú me enseñaste a vivir como a ti te
gusta. ¡En tu presencia soy muy feliz! ¡A tu lado soy siempre dichoso!> Alguien
dijo: «Hay gente tan pobre, que solo tiene dinero»
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