Dios es soberano. “Todo lo que quiso ha hecho” (Salmo 115:3); no tiene que rendir cuentas a nadie (Job 33:13), aunque al hombre le gustaría inmiscuirse en los planes de Dios. Naamán quería ser sanado de la lepra, pero había escogido la manera: “Yo decía para mí: …invocará el nombre del Señor su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar” (2 Reyes 5:11). Pero no sucedió nada de eso; la sabiduría de Dios quiso proceder de forma diferente: obedecer a su palabra era el único método para sanar.
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